Vampiresa con la boca de fresa

La ponzoña de la sangre iba haciendo efecto cada vez más, tras haber percibido el frío desgarrando la piel de su cuello y entrando como dos afiladas garras succionando de esta forma, toda su vida. Notaba las convulsiones que su cuerpo iba recibiendo, y como momentos antes su corazón se había parado, y había probado por primera vez la sangre derramada... de un no-muerto a través de una incisión que éste mismo se había provocado en la parte posterior de una de sus muñecas. Él sonreía, mientras ella seguía convulsionándose violentamente en el duro y frío suelo.

- No temas pequeña, volverás a renacer- oía o más bien intuía a duras penas la voz y las palabras...

No entendía sus sonrisas ni tampoco que es lo que quería decirle, ni lo que estaba ocurriendo tampoco, o no quería entenderlo... pero ahora eso había pasado a un papel secundario, porque tras proferir un grito, sentía como le dolía todo su cuerpo al que había dejado de controlar y notaba como el ''veneno'' rápidamente lo recorría.

Después de todo aquello, al abrir nuevamente los ojos; lo que recuerda es silencio, oscuridad, algo de miedo e incertidumbre.

Y tras largas explicaciones, que a duras penas logró comprender, se dijo así misma que era imposible buscarle lógica alguna; ''lo que es, es'' se decía para sí misma una y otra vez, como tratando de memorizar la frase y convencerse.
Emprendió una larga guerra fría en busca de ''alimento'' con el que saciar su hambre de sangre y porque no decirlo... también de venganza.

Pero comprendió al tiempo que ella no quería ser así, quizás su tez se había vuelto más pálida, y su piel más fría aún, incluso sus ojos ahora les parecían distintos. Tenían algo diferente aparte de la tristeza reflejada en ellos...estaban como vacíos.
Incluso había notado como su intuición era muy buena ahora. Con ella podía percibir todo aquello que pasaba desapercibido a la simple vista de los ojos de los mortales. Algo bueno, muy bueno a decir verdad de este don es que, si se sabía utilizar de manera adecuada siempre se podía ir un paso por delante del peligro.
Ella había aprendido a dominar su don, tanto es así que podía distinguir presencias, esencias y negatividad, pudiendo llegar a evitarlas.

Como ayuda extra, tenía su oído que era capaz de captar cualquier ruido, por nítido que fuera este.

Cuando reconoció y recapacitó sobre su comportamiento inicial, comenzó a realizar grandes esfuerzos, y ya por fin lograba controlarse. No quería beber más sangre de personas inocentes, como ella era hace tiempo atrás puesto que ellas no eran culpables de su suerte. Por eso, bebía sangre de animales, y el contacto con su mentor casi era nulo.
Eso sí, su carácter era algo rebelde, lo que le había ocasionado algún que otro enfrentamiento... que curiosamente acababa ganando... es lo que tiene ser ágil.

Intentaba ''matar'' todo el tiempo que tenía por delante a base de lecturas, y adquisición de conocimientos, en su rincón preferido, solitario, que sólo era profanado por algunos cuantos que pronto desertaban el lugar y por algún motivo, ahora aprendía más fácilmente.

Recordaba mientras miraba acostada sobre su espalda, desde un tejado, una luna llena resplandeciente en el cielo que daba un poco de luz a aquella noche cerrada; ensimismada como estaba ni siquiera se había percatado del bullicio que se estaba formando bajo sus pies:

- ¿Una vampira?.

- No digas chorradas.

- Los vampiros no existen.

- Que sí, de ver...

- Habrá visto al mismísimo Vlad Tepes – dijo otro de los muchachos que se encontraban con él, entre risas, mientras le hacía burla.

      - Pero tenéis que creerme ¡eh!.. ¿dónde vais?

- Vayámonos…

Pero su voz aparte de acallada... observaba, al igual que lo hacían sus ojos; como se alejaban todos, dejando a aquel joven en plena calle tan desconcertado.

Y más desconcertado se había quedado al ver a uno de sus posibles protagonistas de sus historias, a escasos centímetros de él, colgada cabeza abajo de una de las vigas del tejado, ayudada de sus pantorrillas y mirándole fijamente a la cara.

El chico saltó hacia atrás y ella, de un brinco se incorporó sobre sus dos pies en el suelo. Le sonrió dejando entrever la afilada punta de sus colmillos, y entre susurros de una voz melódica y casi proveniente de otro tiempo le dijo:

- Los humanos prefieren huir de aquello que les atemoriza... quizás les sea más fácil hacer oídos sordos para no escuchar ni ver... ni siquiera enfrentarse a aquello que más temen.

Levantó - al terminar la frase - la barbilla del muchacho que tenía la mandíbula algo tensa y miró sus ojos, él no le tenía miedo... lo sabía, pero no sabía por qué, le sonrió levemente de nuevo y sus ojos brillaron.

- Buenas noches. Ten cuidado con según que... chupa sangres.

Acto seguido tras un leve contoneo, desapareció por uno de los callejones más próximos con la misma agilidad que un felino.